domingo, 26 de diciembre de 2010

Diálogo 1.7


Pero es que no tiene ningún sentido que la Plenitud se embelese y tenga que plantearse preguntas.

No es que tenga que plantearse preguntas. Nada de todo eso es necesario. No es más que la película de la vida que se representa de ese modo: es el pasatiempo cósmico.

En el relato mental existe la búsqueda de un significado y de una forma de escapar de todo eso. Sin embargo, cuando se ve que no es más que un cuento que surge en el presente y que su prolongación hacia el pasado y el futuro sólo existe en la mente, esa búsqueda de la verdad pierde su cariz de seriedad y no se produce más que la constatación del contenido actual de la consciencia. Eso es lo único que sucede en cualquier momento. Es una presencia ya existente, una Unidad ya existente.

Hay un embelesamiento, una identificación con el relato mental, pero el individuo que está embelesado no existe: el “yo” no es más que una apariencia, sólo forma parte de algo que sucede. Todo sucede de forma completamente espontánea, por impulso propio. “Tú” no haces nada. Este mensaje no es una instrucción para alcanzar la Unidad: es una descripción de la Unidad.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Diálogo 1.6


Por tanto, hoy, la configuración actual de la Unidad –que, en este momento, se manifiesta como el contenido de la consciencia- consiste en una habitación llena de personajes en busca de su auténtica naturaleza. La Unidad se manifiesta inmanentemente en forma de una habitación y de todos estos personajes; está embelesada por el relato mental de buscarse a sí misma y proyectando en el futuro el denominado “Despertar”. Sin embargo, ahora mismo, lo único que ya existe es un cien por cien de consciencia, es la Unidad que surge de forma inmanente bajo sus dos aspectos, de consciencia y de contenido de la consciencia, aparentemente embelesada por su propio relato mental.

Nathan, tengo una pregunta. Puede que parezca una tontería pero no entiendo por qué la Plenitud tiene que olvidarse de sí misma y empezar a buscarse a sí misma. ¿Qué sentido tiene?

No existe un porqué. Esa pregunta surge del embelesamiento que produce el relato mental.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Diálogo 1.5


La Conciencia aparece con la forma de todas las cosas y es inmanente a ellas. La Unidad ya es tu auténtica naturaleza. “Tú”, la Unidad, te estás viendo siempre a ti misma en todas esas formas, pero este hecho se pasa por alto a causa del embelesamiento que produce el relato mental. Cualquier tipo de búsqueda –no sólo la llamada “búsqueda espiritual” o búsqueda de la Unidad con la etiqueta de “no dualismo”, sino cualquier forma de búsqueda: la búsqueda de satisfacción material, de un buen lugar para vivir, de un trabajo satisfactorio…- es la búsqueda de la Unidad, de la Plenitud.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Diálogo 1.4


En este sentido, la analogía de una película proyectada sobre una pantalla resulta útil: la película es el contenido y la pantalla es la consciencia; juntas, son una sola unidad. Esta pantalla es multidimensional, es decir, la película aparece dentro de la pantalla. Todas las cosas aparecen sobre ese fondo de pantalla multidimensional con el fin de que, dentro de esta película, la Conciencia –Plenitud, Unidad- pueda percibirse a sí misma como todas las formas.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Diálogo 1.3


Cuando predomina la identificación con el personaje, se tiene la sensación de que se es distinto de todo lo demás, de los “otros” seres aparentes; la sensación de que uno se encuentra con una forma determinada. Al mismo tiempo, se intuye que nuestra verdadera naturaleza es la Unidad y esta disparidad se manifiesta, en la película de la vida, como un impulso para buscar la Unidad. Lo único que ya existe es Unidad o Plenitud pero, cuando uno se queda embelesado al centrarse exclusivamente en el contenido de la Unidad, se produce una búsqueda en esa Unidad. Eso es la representación teatral de la vida: la Unidad que se busca a sí misma.

Nathan Gill

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Diálogo 1.2


Puede ser útil imaginar que esos pensamientos son como globos que aparecen con mensajes escritos en la superficie, como en un cómic (o tebeo). Al pasar por alto el aspecto de consciencia de nuestra verdadera naturaleza, y al centrarnos en el contenido y quedarnos embelesados con él –o, dicho de otro modo, al identificarnos con el personaje-, los mensajes escritos en los globos de pensamientos parecen constituir un relato real. Así, aunque el contenido surja en la consciencia y en el presente, esa fascinación por el relato de los pensamientos parece “distraernos”, “sacarnos” del presente y extendernos hacia un pasado y un futuro imaginados, es decir, hacia la historia del personaje. De hecho, los recuerdos y la antelación –el pasado y el futuro- no son más que simples pensamientos que brotan en el momento presente.

Nathan Gill

domingo, 28 de noviembre de 2010

Diálogo 1.1 Junio Kensington (Londres) Charla vespertina


Para entendernos al hablar de nuestra verdadera naturaleza, es necesario aclarar algunos conceptos. Cuando hablo de Conciencia, Unidad o Totalidad, incluyo sus dos aspectos simultáneos: consciencia y contenido de la consciencia. Estos dos aspectos no son dos elementos distintos: son lo mismo. La consciencia equivale a asimilar que todo lo que se percibe en el momento presente es el contenido de la consciencia. Nunca sucede otra cosa que no sea esa asimilación, ese darse cuenta, de todo lo que surge en el presente. El hecho de darse cuenta es el contenido: la Unidad. Dentro de la consciencia, todo aparece como contenido, es decir, todas las cosas aparecen en la “ausencia de cosas”. Podemos hablar del contenido de la consciencia en términos de imágenes: imágenes visuales, sonidos, pensamientos, sensaciones, emociones, etcétera.

Habitualmente se suele pasar por alto el aspecto de consciencia de la Conciencia, de la Unidad. El contenido de la consciencia, las imágenes que surgen, tienen una capacidad de embelesar aparente, que se suele denominar maia. Una de las imágenes mentales que aparece en el contenido es el pensamiento primario o pensamiento del “yo”, que surge en conjunción con la imagen corporal y se identifica como parte integrante del personaje. Al asumir ese “yo”, todos los demás pensamientos se convierten en “mis” pensamientos; se denomina “mente” o “autoconciencia” psicológica a la sucesión de pensamientos que van surgiendo (y que considero “míos”)

Nathan Gill

lunes, 22 de noviembre de 2010

Epílogo


Lo que buscamos desde el principio es, ni más ni menos, la búsqueda misma. El objetivo o la recompensa final resulta ser lo que ya es: no hay nada que encontrar ni nadie para encontrarlo. Hay consciencia sin un individuo consciente. Desde el principio, tú te has gastado tu propia broma cósmica. El esplendor de todo lo que aparece allá donde mires y busques no es más que tu propia obra teatral o tu propio sueño de existencia. Aunque no existe nada ni nadie, hay consciencia en la que todo aparece, incluida esta forma de hombre o mujer corriente. Tú estás –siempre has estado- completamente despierto, consciente y presente, aunque embelesado por tu propia obra cósmica.

Nathan, el personaje, buscaba la Iluminación para escapar de lo que adoptaba la forma de problemas, pruebas y aburrimiento en la vida cotidiana. La vida cotidiana continúa, aunque ya sin distraerlo del presente. La búsqueda de lo extraordinario ha concluido: la vida es tal y como es.


Nathan Gill

jueves, 18 de noviembre de 2010

Lo evidente


La obra teatral de la vida no consiste en una creación aparte que tú contemples y presidas. Tú, Conciencia, apareces en este momento en forma de obra teatral, estás completamente despierto y, por lo tanto, no puedes despertar. Siempre eres evidente para ti mismo: nunca estás oculto.

Los personajes de esa obra de teatro no son unos individuos con existencia propia: eso es sólo mera apariencia. Los personajes son tú mismo loándote a ti mismo, inmerso en la gran representación de la vida, jugando a buscarte, reconociéndote en tu interior y como la manifestación de tu obra de teatro.

Este mensaje sobre la claridad no reviste ninguna importancia ni tiene ninguna relevancia sobre ningún otro papel de la representación. No tiene ni mérito ni objetivo. No se propone que tú te encuentres a ti mismo.

Con la Claridad, todo esto –tu aparición actual en forma de obra teatral con su miríada de formas, el reconocimiento de la no necesidad de todas las cosas- resulta evidente. Ahora mismo, tú eres Conciencia, con la forma de un personaje de tu obra de teatro. Tal vez creas que necesitas que te lo confirme. Olvídate, relájate: tú ya eres Eso.

Con todo cariño para ti mismo.


Nathan Gill

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Lo que ya existe


Lo que existe, ahora mismo, es perfección: el presente no surge de ningún pasado ni conduce a ningún futuro. Todo aparece en el momento presente en la consciencia en forma de representación teatral.

Puede que ese aparente personaje individual se dedique al desarrollo personal, a la vida espiritual o a cualquier otra cosa a lo largo de su vida, pero la claridad de lo que eres es lo único que socava la búsqueda del Despertar o de ser algo distinto de lo que ya existe.


Nathan Gill

martes, 16 de noviembre de 2010

Yo soy Eso, pero…


Yo soy Eso, pero… tengo que ocuparme de mí mismo, sanear mi vida, profundizar, ser más consciente, estar aquí y ahora, sumirme en el silencio, salvar el planeta, exteriorizar mis emociones, pensar en positivo, establecerme en el estado del “testigo”, sentirme lleno de dicha, encontrar un guru, ser útil, encontrarle sentido a la vida, tranquilizar la mente, realizar buenas obras, deshacerme del ego, alcanzar la madurez, ser más práctico, iluminarme, encontrar a mi alma gemela, organizar una ceremonia, recibir iniciación, permitirme sentir…

A fin de cuentas, ¿quién soy yo para llevarte la contraria? Si no te importa, mientras te ocupas de todo eso, voy a tomarme un té y a leer el periódico.

Nathan Gill

martes, 2 de noviembre de 2010

Vida espiritual


Para la claridad, la vida espiritual no reviste especial importancia: simplemente forma parte de la película de la vida. Sin embargo, suele confundirse con un requisito para alcanzar la claridad a causa de lo que, en esa representación, aparece como la evolución del individuo, que progresa hacia etapas más “elevadas” o refinadas de la vida.

El personaje corriente, que se ocupa de los asuntos cotidianos de la vida humana, puede interesarse por la religión o el desarrollo personal; puede comenzar incluso a buscar la Iluminación o desarrollar un interés por el no dualismo. No obstante, esta progresión no es necesaria para que la claridad aparezca: la claridad puede aparecer en cualquier momento y en cualquier personaje de la representación. Ninguna etapa aparente de esa representación teatral que es la vida puede producir claridad y, en ese sentido, el conocimiento advaita no tiene una capacidad especial para crear una situación de claridad superior a la de cualquier otra faceta de la representación.

La vida espiritual se basa en la presunción de individualidad y en la fusión con el todo como objetivo a alcanzar. Consecuentemente, en la representación de la vida se despliega una diversidad de exóticos métodos y técnicas para alcanzar ese proyecto de reunión, para que el individuo “se purifique”, para deshacerse el “yo”, para iluminarse…

Lo que, en cada etapa de la búsqueda, no suele entenderse es que el individuo –papel protagonizado por ti, que eres Conciencia- ya que es lo que anda buscando: no hay nada que pueda convertir al buscador en algo más de lo que ya es.
La búsqueda, así como todos los métodos y las técnicas empleadas, existe por la misma razón que existe cualquier otro papel de la obra: surge por el mero hecho de surgir, simplemente es parte de la obra.

La claridad no establece “requisitos” espirituales. La Conciencia en forma de una persona sentada en la postura del loto, visualizando una luz azul en los genitales, imaginando que inhala el universo en el plexo solar al respirar, cantando om y ascendiendo por la columna vertebral hacia el loto de los mil pétalos no tiene más oportunidades de fusión que la Conciencia en forma de un drogadicto metido en un gueto. En ambos casos, la Conciencia ya está perfectamente presente, por lo que la fusión no es necesaria ni posible.

La vida espiritual impone muchas condiciones al individuo “impuro” y “separado” de la Totalidad: formas especiales de meditación, conductas adecuadas, ceremonias, dietas, una determinada conducta sexual, la destrucción del ego, la cesación de los pensamientos, alcanzar la quietud, entregarse al guru…

La Conciencia, al ser ya Conciencia en todas y cada una de sus formas en que aparece, no tiene ninguna necesidad de seguir una dieta vegetariana, de mantenerse soltero, de practicar sexo tántrico, de hacer meditación o de tener un guru. La Conciencia ya es todo eso. Si surge un interés por los cantos, la meditación, la dieta vegetariana o el sexo tántrico, genial, pero eso no te va a ayudar a reconocer lo que ya eres.

La atención del personaje puede enfocarse en planos y en ámbitos exóticos: puede ver el incesante proceso de creación y disolución del universo a nivel atómico y experimentar la eterna y extasiante unión cósmica de Shiva y Shakti.
Sin embargo, cuando regreses, no te olvides de ir a trabajar, de pagar el recibo de la luz y de limpiar el váter.

Tú, Conciencia, también apareces en tu obra teatral en forma de diversos individuos que representan el papel de profesores, maestros o gurus. En algunos casos, puede que haya tenido lugar o que se siga produciendo un acontecimiento tras cendental que el individuo considera su “Iluminación”. Si el individuo seguía a un guru o practicaba determinadas enseñanzas antes de ese acontecimiento, es posible que transmita a sus seguidores que las creencias y los métodos que tenía entonces constituyen “la verdad”.

Nathan Gill

sábado, 30 de octubre de 2010

La vida tal y como es


Cuando se deja de tomar en serio ese relato conceptual de que la vida se prolonga en el pensamiento más allá del contenido actual de la consciencia, se produce una relajación de forma natural. La identificación con el “yo” o con la sensación de individualidad no es más que una apariencia en la consciencia, un añadido a la aparición de la imagen corporal.

Permitir que la vida sea tal y como es –a diferencia de esforzarse por acabar con los pensamientos o con el “yo”, o por “iluminarse”- permite que la búsqueda desaparezca de forma natural. En esta obra de teatro, cualquier esfuerzo por desprenderse del “yo” sólo sirve para reforzar la identificación con él

Descansar en la vida tal y como es no constituye el fin de la vida física corriente al provocar un estallido de Iluminación en forma de fuegos artificiales mágicos. Los pensamientos siguen brotando, la vida continúa, pero sin el lastre de la complicada búsqueda de la Unidad. En lugar de constituir una búsqueda de la Plenitud, la vida pasa a constituir una expresión de la Plenitud.

Tú eres Conciencia. Sea cual sea tu apariencia actual, ya es perfecta de por sí, incluida cualquier forma de identificación con el “yo”. La vida, desde el punto de vista del personaje, no es más que el juego de las apariencias en la consciencia, del que no existe ninguna obligación de despertar. Lo único que existe es “estar despierto”.


Nathan Gill

martes, 26 de octubre de 2010

El espectáculo de la vida


Vista desde la claridad, la vida tiene el aspecto de una gran representación teatral. Tú –Conciencia- representas todos los papeles y, como eres parte del guión, los sueles representar sin conocer tu verdadera identidad. Sin embargo, a veces y dentro del espectáculo, se produce un reconocimiento de tu propia naturaleza.

Cuando te implicas como un personaje de la representación sin conocer tu verdadera naturaleza, adoptas el papel con toda seriedad, lo que, aparentemente, da lugar a que surjan todos los dramas de la vida. Cuando se representa un papel en el que se produce el reconocimiento de tu verdadera naturaleza, se percibe la representación teatral como tal.

Cuando tu auténtica naturaleza resulta evidente, el personaje no desaparece en un abrir y cerrar de ojos, y tampoco se pone una túnica naranja y acoge discípulos ni enseña verdades “espirituales”, aunque todo eso también es posible dependiendo del papel que el personaje tenga que desempeñar el la representación. Es probable que el personaje mantenga la apariencia que tenía antes del reconocimiento y que siga llevando lo que en la obra teatral se considera una vida corriente. Ni siquiera es necesario que el personaje le cuente a nadie lo que ya resulta evidente.

Esta obra teatral no tiene otro propósito ni otro objetivo que no sea el de aparecer en este momento. Es tu pasatiempo cósmico. Tú eres tu película. No tiene existencia propia sin ti.


Nathan Gill

lunes, 25 de octubre de 2010

Conciencia


Eres Conciencia, Unidad, lo único que es, la fuente y la aparición de todo: todo lo que aparece y surge y desaparece en la consciencia. Eso es lo único que sucede siempre: la gente pasa, las nubes pasan, las conversaciones continúan, los pensamientos surgen y desaparecen: todo se desarrolla en este momento en la consciencia.

Esta aparición en forma de personaje es, de por sí, la perfecta expresión de la Unidad. No se necesita que nada cambie para nada: no se necesita ningún “Despertar” ni ninguna “Iluminación” –todo eso no es más que el guión de una obra de teatro-. Ya, de por sí, no hay más que “estar despierto” en Unidad, tanto si uno está embelesado por el juego de las imágenes como si descansa en el reconocimiento de su propia naturaleza.

Todo lo que aparece en el presente, ya sea corriente o extraordinario, constituye el contenido de la consciencia. La consciencia y el contenido son lo mismo: Conciencia. Tú eres Conciencia: despierta, consciente y, en este momento, adopta la apariencia de todas las cosas.



Nathan Gill

domingo, 24 de octubre de 2010

El relato 3


En ese momento, la vida se veía como una gran representación teatral en la que sólo existe el “saber” innato, aunque ese proceso parece ocultarse tras el embelesamiento que produce el pensamiento del “yo” y todos los demás pensamientos que dan forma a “mi” relato. Como Conciencia que somos, nuestra verdadera naturaleza es consciencia y manifestación. El “yo” sólo es otro elemento de ese decorado y, al igual que sucede con las demás imágenes, cuando queda “desenmascarado” –cuando se ve como es realmente-, la búsqueda se interrumpe de forma natural y desaparece la tensión.

También tuve claro que ese proceso en que nos percatamos de los entresijos del “yo” no tiene por qué producirse de forma repentina, sino que puede darse gradualmente, como una parte más de la propia vida y, más que con un “subidón” de felicidad absoluta, se puede manifestar con la sencilla naturalidad de una revelación suave y gradual.

Desaparecida mi confusión, ya no necesitaba que se produjera ningún acontecimiento ni que, de repente, desapareciera el “yo” para dar por demostrado que mi naturaleza es Conciencia. Era evidente que toda mi vida y mi búsqueda “espiritual” surgían como un juego de la Conciencia, y comprendí la confusión que se genera en torno a todo este asunto –o, dicho de otro modo, por qué la “espiritualidad” y la “Iluminación” se confunden con una sencilla claridad-. El reconocimiento de mi auténtica naturaleza no estuvo acompañado de ningún tipo de acontecimiento. Comprendí que es muy fácil que cualquier tipo de acontecimiento produzca confusión si sucede sin claridad –es decir, sin el hecho de desenmascarar al “yo” y al relato mental-.

Obviamente, lo que sucedió en aquel jardín no tiene nada de particular, como tampoco lo tiene ningún otro acontecimiento. Sólo fue algo que evidenció mi confusión y me permitió ver con claridad que, sutilmente, ya llevaba tiempo esperando que se produjera algún acontecimiento que me “permitiera” ser lo que ya soy. Esta claridad no depende ni de la ausencia ni de la presencia del “yo”: si el “yo” aparece, enseguida queda desenmascarado.

Voy a concluir este pequeño relato añadiendo que, durante mis años de búsqueda espiritual, me divorcié, me volví a casar, me volví a divorciar e hice de padre soltero de mis dos hijas prácticamente durante todo su período escolar. Me vine a vivir a un pequeño pueblo de la región de Kent con una salud más bien débil y, hasta hace poco, he trabajado como jardinero por esta zona. En la actualidad llevo una vida tranquila y sencilla.

Nathan Gill

El relato 2


Tony me indicó que no es necesario que ningún tipo de “acontecimiento” esté asociado al hecho de reconocer la auténtica naturaleza de uno mismo. Sin embargo, en septiembre de 1998, dio la casualidad de que se produjo un “acontecimiento”. Yo estaba trabajando en el jardín: estaba chispeando. Alcé la mirada y noté una sutil sensación: “yo” no estaba allí. Cogí mi bicicleta y empecé a pedalear: era como si estuviera viendo una película pero sin tener que esforzarme por formar parte de ella.

Este desmoronamiento repentino del “yo” arrastró consigo la necesidad de comprender. Aunque Tony me había indicado que el hecho de reconocer que nuestra naturaleza es conciencia no tiene por qué ir asociado a ningún acontecimiento en particular, era evidente que yo había estado esperando a que se produjera alguno, puesto que, ahora que estaba produciéndose, lo percibía como un “permiso para despertar”. Sin haberme dado cuenta, hacía tiempo que esperaba una confirmación de mi auténtica naturaleza.

Llamé a Tony y le explique, entusiasmado, lo que me estaba sucediendo. Gracias a ese novedoso “permiso para estar despierto”, el proceso de hablar surgía de la claridad más que del punto de vista del “yo”. Tony reconoció que yo ya no me dirigía a él sintiéndome un personaje distinto que intenta alcanzar algo desde una perspectiva de búsqueda y de comprensión intelectual.

A medida que avanzaba el día, el “yo” y su embelesamiento comenzaron a regresar sutilmente y a intentar adjudicarse la autoría de dicho acontecimiento –que consistía, precisamente, en la ausencia de “yo”- calificándolo de “mi” Iluminación, de “mi” Despertar. Predominaba la sensación de que esa repentina “puesta en libertad” –una enorme felicidad que surgió al ausentarse el “yo”- constituía la Iluminación que yo esperaba.

Al despertarme a la mañana siguiente, ¿continuaría aún ese estado? ¡Sí! Sin embargo, al cabo de unos pocos días, me di cuenta de que esa sensación de “puesta en libertad” se iba desgastando pero, un par de días después, volvió a ser tan completa como al principio. Tras un par de semanas con esa especie de vaivén y de que el “yo” reapareciera e intentara aferrarse a su propia ausencia, asistí a una de las reuniones de Tony, y fue como si el mero hecho de estar allí recargara aquella enorme felicidad. Sin embargo, a los pocos días, esa felicidad desapareció por completo y el embelesamiento de la identificación con el yo regresó. No le comenté nada a Tony y estuve cierto tiempo sin asistir a sus reuniones. Me sentía confuso.

Entonces, leí un libro en el que una mujer describía que estuvo muchos años con la ausencia del “yo” y que, al cabo de cierto tiempo, algunos “maestros” le dijeron que aquello era la Iluminación. Después, cayó enferma y murió. En el epílogo del libro, un amigo suyo escribió que, poco antes de morir, la mujer se había sentido confusa y frustrada porque ese “estado” había desaparecido y había regresado el “yo”.

De repente, comprendí claramente que esos episodios en los que el “yo” reaparece súbitamente pueden provocar una gran confusión desde el punto de vista de la claridad. Uno de esos episodios puede durar unos pocos segundos o prolongarse durante diez o más años. Por tanto, a menos que uno vea que el “yo” no es más que lo que es –es decir, un simple pensamiento-, cuando vuelve a hacer acto de presencia, se experimenta una sensación de pérdida, la sensación de que uno está de nuevo confinado a identificarse con un personaje. Una vez que se vuelve a identificar con ese personaje, surge el deseo de conseguir más de esa “Iluminación”, al tiempo que se tiene la sensación de haber regresado a un estado de agitación y de tensión que formas parte del juego de la búsqueda.



Nathan Gill

El relato 1


Nací en 1960 en el seno de una familia de clase media del sureste de Inglaterra.

De pequeño tenía un carácter muy vehemente y sentía una gran curiosidad por todo. Me pasaba horas leyendo libros de aventuras y de misterio, y entre mis pasatiempos destacaban la búsqueda de objetos antiguos y las largas caminatas por el campo en cuanto surgía la oportunidad. ¡La búsqueda comenzó a una edad muy temprana!

Sin embargo, a medida que me fui haciendo mayor, esa inquietud se tradujo en problemas para escoger una carrera o en la incapacidad de centrarme en un campo en particular. Dejé de estudiar en cuanto pude, decidí formarme para ser chef de cocina y acabé trabajando en la construcción.

Ese trabajo me gustaba mucho porque me ayudaba a quemar gran parte de toda esa energía e inquietud sin exigirme responsabilidades: simplemente hacía lo que me mandaban, lo cual me permitía deambular a placer entre la retahíla de mis pensamientos.

Mi interés constante por los misterios del cuerpo y del universo me llevó a experimentar con distintas dietas y con diversos tratamientos naturales, a contemplar las estrellas, a comer setas alucinógenas o a llevar al cuerpo al límite practicando culturismo y levantando pesas.

No obstante, cuando contaba con poco más de veinte años, me vi obligado a aminorar la marcha: una lesión en el hombro supuso, para mí, el final del culturismo; cuando mi mujer dio a luz a nuestra primera hija, yo tenía veintidós años y dejé de trabajar en la construcción para dedicarme a la horticultura. Durante varios años trabajé en la recolección de fruta en los huertos de Kent desde principios de verano hasta finales de otoño, mientras que el resto del año trabajaba como jardinero. En esa época se despertó en mí el interés por lo espiritual y lo esotérico.

Hacia 1985 entré a formar parte de una orden de hermanos que me enviaban mensualmente lecciones de misticismo y de la “ley universal”. Disfrutaba mucho leyendo monografías sobre estos temas cada semana.

Un par de años más tarde, comencé a interesarme por las enseñanzas de un maestro indio ya fallecido, enseñanzas que recibía en forma de lecciones mensuales y que incorporaban una sección guru-discípulo, ¡a pesar de que el guru ya había muerto! Entonces empecé a realizar esas prácticas y a buscar la Iluminación, que se convirtió en mi nueva obsesión.

Al cabo de otro par de años, y después de haber experimentado con varias técnicas espirituales, empecé a cansarme y encontré un libro escrito por un guru occidental. Ese libro afirmaba que yo ya estaba despierto y que no necesitaba alcanzar ningún tipo de liberación. Su mensaje me pareció evidente. Sin embargo, unos pocos años después, y tras publicar una buena cantidad de libros, ese hombre decidió autoproclamarse maestro mundial y ofrecer una relación guru-discípulo a cualquiera que estuviera interesado, a raíz de lo cual decidí que no quería saber nada del asunto aunque, a lo largo de los cinco años siguientes, leí algunos libros más de ese mismo autor, así como todo libro espiritual que caía en mis manos. No obstante, a mi parecer, ninguno conseguía “dar en el clavo” como aquel primer libro de aquel guru occidental. En el fondo, sabía que era cierto que yo ya estaba despierto y que ya era libre pero seguía sumido en la confusión porque, al parecer, yo no era más que un hombre normal y corriente, con los problemas típicos de la gente corriente.

Cualquiera que fuera la razón, el caso es que me harté de las enseñanzas de aquel hombre y de todas las demás enseñanzas espirituales tradicionales. Entonces, me topé con el mundo advaita y empecé a leer todo lo escrito por y sobre los más “famosos” del advaita.

Buena parte de la confusión que había sentido hasta entonces desapareció. Comprendí que lo único que existe es la Conciencia pero, entonces, ¿por qué seguía sintiendo que “yo” existía al margen de todo lo demás?, ¿cuál era el eslabón perdido? Si yo ya estaba despierto y era libre, ¿por qué solía sentir que mi vida era una porquería?

En 1997 leí Lo que es: el secreto abierto a una vida despertada, el primer libro de Tony Parsons. Me puse en contacto con él y me invitó a una reunión en su casa de Londres. No tardé mucho de darme cuenta del imponente halo de misterio que yo había construido en torno a todo ese asunto de la “Iluminación”. Tony era un hombre corriente que hablaba con sentido del humor y con paciencia. Me impactó la sencillez de sus respuestas a las preguntas que les planteaba la gente. A lo largo del año siguiente, asistí a reuniones de ese tipo y hablé con Tony por teléfono cuando me fue posible. Yo quería convertirlo en mi maestro pero él me explicó que no tenía nada que enseñar y que, simplemente, se limitaba a indicar que sólo existe la Conciencia, que yo ya soy. Aunque yo ya lo había comprendido hasta cierto punto, entonces empecé a asimilarlo realmente.


Nathan Gill